A pesar del clima con el que contamos en el norte de la península ibérica, y que permite perfectamente el cultivo de esponjas vegetales, poder contar con unas determinadas condiciones de humedad y temperatura, relativamente fijas y bajo nuestro control, es un bono extra. Tanto para ayudarnos a la hora del control de las plantas, como por la mayor producción de la que podremos disponer.
Y la única manera de poder hacer semejante cosa es mediante un invernadero. Algo que todo el mundo conoce y que está bastante extendido. Sobre todo cuando hablamos de producción agrónoma.
Los materiales empleados, como en casi todos los invernaderos conocidos, fueron unas grandes estructuras de hierro con recubrimiento plástico. Algo que tuvimos que armar en diferentes días. ¿A que no sabíais que la lámina plástica que envuelve el metal tiene que ser colocada un día de sol? Por suerte, la primavera trajo consigo alguno de esos, lo que aprovechamos sin dudar.
Teniendo en cuenta todos los requisitos que hacen falta para colocar una estructura semejante, nos lanzamos al vacío y decidimos trabajar en familia para montarlo. Además de una experiencia divertida, en la que compartimos tiempo con nuestra gente, resultó ser todo un desafío.
Sobre todo, porque salvo una única persona, nadie tenía ni la más mínima idea de cómo conseguir armar correctamente algo tan simple como puede parecer un invernadero. Desde ya, podemos asegurar que no es tan sencillo. Aunque al final, el resultado fue precisamente lo que esperábamos que fuese. Y aún mejor, teniendo en cuenta el orgullo de saberlo hecho por nuestras propias manos.